Seguidores.

sábado, 12 de diciembre de 2015

XIV. Éxtasis.

Sueño con pasear mis dedos por tu tripa. Que con los ojos cerrados puedas notar algún que otro beso. Y despacito te muerdas el labio. Tan, tan despacio…


Te he visto de tantas formas, con tantos nombres, desde tantas perspectivas que creo que te conozco en todas las personas. Sé que eres La chica del bus con capucha que nunca me mira y siempre va con la cabeza agachada. Te recuerdo preciosa, con el pelo rizado, con esos ojitos y un cigarro cuando me viste pasar por una calle de Malasaña. Te descubrí mientras mirabas vinilos callejeando por Callao, aunque sé que no tienes tocadiscos –porque lo sé–. Y tu mirabas, nerviosa, algún single de Dylan que pudieses llevarte a casa aquella tarde. Quizá este instante, cariño, no lo recuerdes porque nunca me viste; estabas demasiado ocupada mirando al horizonte e imaginándote a un paso de él, tan cerca… tan lejos. La playa estaba vacía, ¿lo recuerdas?, las olas mecían despacio tus pies con el roce y tú pensabas que la música que te daba la naturaleza era lo mejor que podías escuchar en ese momento.

Pero aún no habías oído cómo susurro.

Y tras todo lo ocurrido, tras años y vidas me decidí a hablarte. En ese momento llevaba el mismo cuerpo con el que ahora visto. Fue en un Londres lluvioso, en Picadilly. Sonreí a tus pecas y las definí como una lluvia de estrellas sobre su universo. Te reíste. Y a lo largo de aquel día conté veintisiete risas antes de posar mis manos sobre tus piernas, de arrancarte el jersey que me dijiste que te había regalado tu madre, de despertarme en otro mundo sin haberme muerto.

Y a cambio te llevaste mi corazón.

Así que, me decidí a reencontrarte en otras personas, en otros momentos. Te busqué en la tienda de vinilos que se había convertido en nada si tú no entrabas. Te busqué en Malasaña, imaginando que me esperarías junto a la pared en la que te vi para regalarme la muerte de ese cigarro y, con un poco de suerte, un beso. Te busqué entre la melancolía de todas las personas que tenían algo que esconder. Pero tú no escondías algo, escondías a alguien: a ti.

Vacío de esperanza te busqué, lo juro, en nuestra playa. Excavé en la arena por si estabas debajo. Buceé esperando encontrarme con tus piernas. Deambulé deseando chocarme contigo.

Y sólo me queda decir: Sueño con pasear mis dedos por tu tripa. Que con los ojos cerrados puedas notar algún que otro beso. Y despacito te muerdas el labio. Tan, tan despacio…

Quizá acabe muerto. Quizá sea feliz. Yo no lo sé, lo admito. No creo que sepa siquiera saber cuándo lo seré en el momento en el que lo sea.

Pero que le jodan; vuelve.

Pienso hacerte sentir cosas que la puta felicidad, en la vida.

1 comentario:

  1. Qué dulce. Y desesperado. Bonita forma de expresarte.
    Me pasaré a leerte a partir de ahora. (Yo estaré por aquí http://alunaslejos.blogspot.com.es/ )
    Un saludo!

    ResponderEliminar