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domingo, 21 de diciembre de 2014

II. Seremos inocentes hasta que la edad diga lo contrario.

Seremos inocentes hasta que la edad diga lo contrario.

No somos más que lo más bonito que te puedas encontrar en este mundo. Somos nuestro primer amor en aquel lugar que nadie conoce. Somos heriditas en nuestra piel con tiritas pegadas, así no se nos ven. Somos nuestras cicatrices que Dios sabe quién nos las hizo y por qué. Somos el adiós diciendo hola. Y la nostalgia follándonos a pelo. Somos cuchillos y garras cuando alguien toca lo que queremos. Somos sonrisa frente a incertidumbre y no hablarnos para decirnos te quiero. Somos todo lo contrario a lo que esperan que seamos. Somos las disculpas por haberle destrozado la vida a alguien. Y el fallo más bonito que existe. Somos casualidades y muchos por qués aún sin resolver. Somos el qué coño quieres cuando nos despiertan sin un beso. El para siempre escrito en aquel banco. La mirada cómplice de quiero romper contigo. Un mordisco en el cuello, el pasear por tus caderas y el suplicar un polvo en un coche. Somos los de métemela más fuerte y los de ya voy, nena. Somos jodidamente horrendos, y quizá un poco estúpidos. Somos lo que nos han hecho y lo que hemos hecho. Somos el último beso en el último portal antes de madurar. Y la historia que empezaste hace tanto y que acabó tan rápido. Somos el qué le habré hecho yo al mundo,   y plantarle cara a la vida si decide joderte. Somos allí inocentes y aquí hijosputa. Somos lo que nunca quisimos ser porque buscábamos la aprobación. Y ahora que somos los que queremos, ni nuestra aprobación nos vale. Somos el me gustan más los culos que las tetas o al revés. Somos los que decimos fijarnos solo en el corazón. Somos el pecho como tintero. La sangre como tinta. El verso como lenguaje. Las caricias como pluma.

No somos nadie, en verdad. Almas inocentes de aquí y de allí. Algunos un poco fachas y otros rojos. Luego están los de centros que no saben nada ni de sí mismos. Somos los que odian a su país y  los que lo aman. Aventajados en eso de vivir, pero realmente no. Somos de Nietzsche o de Dios. No sé qué coño somos.

Pero mira: inocentes un poco sí. O por lo menos antes. Antes de que supiéramos que el dolor si lleva en vena. Y el que ADN te viste como una pizca de sarcasmo. Antes de que supiéramos que podemos ser Dioses si lo deseamos.

Antes de que nos dijeran que un corazón roto era solo el principio.