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martes, 24 de noviembre de 2015

XIII. Mi amor.

No sé quitarme las cadenas que me atan a tu cama. Una cama de la que te fuiste hace ya tanto, tanto tiempo, mi amor. ¿Qué he de hacer ahora que no te tengo? ¿Qué he de hacer ahora que no te siento?, dime.
La conciencia del tiempo la perdí entre mis recuerdos. ¿Acaso he de dejar que mueran los momentos? ¿Quién si no yo hablará de tus caderas alumbradas por la luz de aquella farola que acababa en nuestro cuarto? ¿Quién?, dime.
No puedo olvidar la de veces que creí ver tu nombre entre todos estos versos.
No olvides tú lo que significaba verme sonreír; no, mi amor, no lo hagas. Te quedaste toda mi alegría.
¿En qué acantilado ha quedado tu nombre?
¿Dónde he de empezar a buscarte?
Responde, por favor. Sólo quiero mendigarte el último beso. Las sobras para el chucho. Lo que ni tú misma deseas, que buscas lanzar lejos de ti a toda costa. Tíramelo, yo sabré cómo guardarlo.
Te llevaste las llaves de las esposas que me atan a esta vida. Y he intentado quitármelas tantas veces; pero tú no me has dejado. Me has anclado a esta existencia a tus pies de la que no sé marcharme.
¿Qué me queda más que cerrar los ojos?, dime. ¿Qué me queda más que esperar el fin?, responde. ¿Qué me queda más que nada?, contesta.
Desde la oscuridad, mi amor, te busco. Busco tu sombra. Y ya no sé cómo encontrarte. Pero nunca dejaré de hacerlo. Soy el chucho en busca del hueso.
Aunque, como consiga enfocar tu culo… solo la vida sabe qué pasará.
¿No, mi amor?