No sé quitarme las cadenas que me
atan a tu cama. Una cama de la que te fuiste hace ya tanto, tanto tiempo, mi
amor. ¿Qué he de hacer ahora que no te tengo? ¿Qué he de hacer ahora que no te
siento?, dime.
La conciencia del
tiempo la perdí entre mis recuerdos. ¿Acaso he de dejar que mueran los momentos?
¿Quién si no yo hablará de tus caderas alumbradas por la luz de aquella farola
que acababa en nuestro cuarto? ¿Quién?, dime.
No puedo
olvidar la de veces que creí ver tu nombre entre todos estos versos.
No olvides tú
lo que significaba verme sonreír; no, mi amor, no lo hagas. Te quedaste toda mi
alegría.
¿En qué
acantilado ha quedado tu nombre?
¿Dónde he de
empezar a buscarte?
Responde, por
favor. Sólo quiero mendigarte el último beso. Las sobras para el chucho. Lo que
ni tú misma deseas, que buscas lanzar lejos de ti a toda costa. Tíramelo, yo
sabré cómo guardarlo.
Te llevaste las
llaves de las esposas que me atan a esta vida. Y he intentado quitármelas
tantas veces; pero tú no me has dejado. Me has anclado a esta existencia a tus
pies de la que no sé marcharme.
¿Qué me queda
más que cerrar los ojos?, dime. ¿Qué me queda más que esperar el fin?, responde.
¿Qué me queda más que nada?, contesta.
Desde la
oscuridad, mi amor, te busco. Busco tu sombra. Y ya no sé cómo encontrarte.
Pero nunca dejaré de hacerlo. Soy el chucho en busca del hueso.
Aunque, como
consiga enfocar tu culo… solo la vida sabe qué pasará.
¿No, mi amor?