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sábado, 30 de abril de 2016

XVIII. Día a día.

El sol está cayendo en esta parte del planeta. Han sido cuarenta o cincuenta canciones las que han pasado desde que los rayos de luz entraban por mi ventana. He visto cómo se creaban claroscuros en los tejados de mis vecinos, he visto la luz difusa reflejarse sobre mis libros, como si pasase por un filtro. He visto a los pájaros cantar y he oído al viento huir –ambos ya se han escondido–. Durante este tiempo, he odiado mis palabras, las he amado; he olvidado su poder y lo he recogido del suelo. He visto versos entre los toldos, las persianas, sillas, tendederos, mesitas del café, cortinas, muchas cortinas; entre las luces, los paseos de un lugar a otro de la casa, en la degradación de los colores del cielo dependiendo de la hora, en la música del silencio y los aullidos de los niños subidos en patinetes. Creo recordar que vosotros a todo esto, a estas palabras, las llamáis Poesía.

Y os entiendo. Claro que os entiendo: todas llevan su nombre. Entre cada espacio, guión, coma, tilde, punto, letra y punto y coma puedo encontrar una pequeña parte de ti. Una ínfima parte que yo he conocido y que he escondido ahí para cuando decida buscarte.

Hoy he venido he venido a buscarte porque sé que eres la única que puede encontrarme. La que, entre tanto caos, podrá ver mi alma. La que sabe dónde está la respuesta, si la pregunta es un problema. La que se ha querido matar pero nunca querría verme muerto. La que no confía en sí misma porque eso sería rendirse ante ella, ante todos; y eso nunca lo haría. No aceptaría que de verdad vale algo porque eso significaría que tenemos razón, que está aquí por algún motivo. Y no. Piensa que no.

Ya es de noche. Donde tú estés también lo será.
(Aunque por dentro brilles.)
Sé que un día nos buscaremos.
En realidad, no tengo ni idea.
Pero espero que lo hagamos,
recorramos el mundo el uno por el otro,
sin necesidad de necesitarnos,
sólo para sonreírnos,
quizá tomar un café,
conocer la ciudad en la que el otro esté.
Estaré bien atento;
no me perderé ningún monumento
(el de tu cuerpo).
Ambos sabemos que no queremos
que vuelva invierno.
porque entendemos que el frío
nunca nos hará eternos
(Al menos, no juntos).

Así que, atravesemos tormentas
de huracanes.
Movámonos por todos los mares.
Antes de encontrarnos.
Cambiemos el mundo.
No esperemos un segundo.

Nos veremos, lo sabes;
aún no sé dónde.
¿En qué parte
de la historia todo es feliz?
(Nosotros)
Y, aunque el futuro es una incógnita,
espero que todo ocurra
junto a ti.