Seguidores.

sábado, 6 de diciembre de 2014

I. Declaración de amor en mí menor.

Si fuese un día malo, quizá, tuviese que correr tras ella para agarrarla por la cintura y decirle que, bueno, eso, que dependo de ella para ser yo. Si este fuera el peor día, seguramente, la cagaría una vez más y acabaríamos en el metro, ella llorando y yo intentando consolarla. Intentando consolar a la persona que más bien me ha hecho y más fuerza se ha dejado en mí. Y si fuese el mejor día, te prometo que acabaríamos bajo la lluvia corriendo y riendo porque eso hacemos, correr y reír en un frenesí continuo que nos acerca a nuestro destino, y en ese momento el mío, eran sus labios. Y sus ojos cerrados mientras me besaba y rayos y truenos sonando y luciendo mientras yo, olvidaba todo, todo. Y abrimos los ojos e hizo lo que ella hace siempre: mirarme y girar la cabeza. En ese momento sonreí como un niño, como si no hubiese un mañana.

Y todavía hay días en los que me pregunta que qué coño hago con alguien como ella, con un estorbo, con un nadie que no merece nada porque nunca debería haber existido, mientras yo callo y pienso que si no fuese yo, el afortunado sería otro.

Y cada día me preguntaba: ¿Y tú por qué me quieres?

No ves que solo hago daño.

Que no me merezco a nadie.

Y que acabaré muerta, y sola y, nunca querrás volver a acercarte a mí.

Así que no te vayas. Porque no quiero volver a quedarme sola. Sé lo que se siente, y es una putada. Un dolor continúo. Una pérdida en bucle.

Y yo sonreía. Porque, menudas tonterías. Ella nunca podría estar sola. No abrazando de esa manera. No corriendo como corre. No mirando como mira. No, nunca, sonriendo como sonríe. No diciéndome te quiero como si todo esto no fuera más que un mar y yo fuera su salvavidas.

En serio, tenía una sonrisa que podría paralizarte. Te prometo que el clímax se alcanza si te sonríe y luego te besa.

Y se retuerce en tus sábanas.

Y se abalanza sobre ti como si fueras la última persona en la tierra.

Y como gruñe y me llama cansino sólo porque no quiero alejarme.

Quería decir que, si tienes suerte, te saludará por la calle. O te mirará mal en el metro. Quizá se choque contigo por Madrid y ahí deberías dar gracias a Dios por ello. Pero que yo, siempre tendré lo que nunca vosotros, es decir, a ella. Bajo la lluvia o llorando, besándome o huyendo, en  mi cama o en la suya, sobre mi pecho o a 20 kilómetros de distancia. Da igual. Es mía.

Y no soy su dueño.

Solo,

el más afortunado.