Sueño con pasear mis dedos por tu tripa. Que con los ojos cerrados
puedas notar algún que otro beso. Y despacito te muerdas el labio. Tan, tan
despacio…
Te he visto de tantas formas, con
tantos nombres, desde tantas perspectivas que creo que te conozco en todas las
personas. Sé que eres La chica del bus con capucha que nunca me mira y siempre
va con la cabeza agachada. Te recuerdo preciosa, con el pelo rizado, con esos
ojitos y un cigarro cuando me viste pasar por una calle de Malasaña. Te
descubrí mientras mirabas vinilos callejeando por Callao, aunque sé que no
tienes tocadiscos –porque lo sé–. Y tu mirabas, nerviosa, algún single de Dylan que pudieses llevarte a
casa aquella tarde. Quizá este instante, cariño, no lo recuerdes porque nunca
me viste; estabas demasiado ocupada mirando al horizonte e imaginándote a un
paso de él, tan cerca… tan lejos. La playa estaba vacía, ¿lo recuerdas?, las
olas mecían despacio tus pies con el roce y tú pensabas que la música que te
daba la naturaleza era lo mejor que podías escuchar en ese momento.
Pero aún no habías oído cómo
susurro.
Y tras todo lo ocurrido, tras
años y vidas me decidí a hablarte. En ese momento llevaba el mismo cuerpo con
el que ahora visto. Fue en un Londres lluvioso, en Picadilly. Sonreí a tus
pecas y las definí como una lluvia de estrellas sobre su universo. Te reíste. Y
a lo largo de aquel día conté veintisiete risas antes de posar mis manos sobre
tus piernas, de arrancarte el jersey que me dijiste que te había regalado tu
madre, de despertarme en otro mundo sin haberme muerto.
Y a cambio te llevaste mi
corazón.
Así que, me decidí a
reencontrarte en otras personas, en otros momentos. Te busqué en la tienda de
vinilos que se había convertido en nada
si tú no entrabas. Te busqué en Malasaña, imaginando que me esperarías junto a
la pared en la que te vi para regalarme la muerte de ese cigarro y, con un poco
de suerte, un beso. Te busqué entre la melancolía de todas las personas que
tenían algo que esconder. Pero tú no escondías algo, escondías a alguien: a ti.
Vacío de esperanza te busqué, lo
juro, en nuestra playa. Excavé en la arena por si estabas debajo. Buceé
esperando encontrarme con tus piernas. Deambulé deseando chocarme contigo.
Y sólo me queda decir: Sueño con pasear mis dedos por tu tripa. Que
con los ojos cerrados puedas notar algún que otro beso. Y despacito te muerdas
el labio. Tan, tan despacio…
Quizá acabe muerto. Quizá sea
feliz. Yo no lo sé, lo admito. No creo que sepa siquiera saber cuándo lo seré
en el momento en el que lo sea.
Pero que le jodan; vuelve.
Pienso hacerte sentir cosas que
la puta felicidad, en la vida.
Qué dulce. Y desesperado. Bonita forma de expresarte.
ResponderEliminarMe pasaré a leerte a partir de ahora. (Yo estaré por aquí http://alunaslejos.blogspot.com.es/ )
Un saludo!